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Mi relación con los árboles empieza en la infancia. Recuerdo los veranos en el campo jugando entre árboles, escondiéndome detrás de sus troncos, subiéndome a sus ramas, sentándome a su sombra. Para aquellos que vivíamos en una ciudad, estar con ellos era lo más parecido a conectar con nuestra esencia, volver al lugar donde podíamos ser nosotros mismos, nada más que niños, un poco silvestres quizás, pero libres. Sin muros que limitaran nuestra fantasía.

No dudo de la magia que habita en los bosques, no dudo del vínculo vital que nos une con los árboles y tampoco tengo duda de que, como no los cuidemos, nuestra vida se acabará. Cuidémoslos, forman parte esencial de nuestra vida y de este hogar que llamamos tierra.