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Las fotografías que componen este proyecto, estás realizadas íntegramente en Cantabria. En ellas adoptan un papel muy importante sus bosques , sus costas, su gente, recogidos y proyectados a través de una mirada muy personal, la mía. Porque creo que las imágenes no son un reflejo de la realidad en si misma, sino de la realidad del que mira, de su esencia, experiencia y mundo emocional.

El juego de luces y sombras que aparece de manera frecuente en mis fotografías, es mi particular percepción de esa realidad. Entiendo la vida como una sucesión de luces y sombras que nos hace crecer y avanzar, formando ambas partes de nuestra existencia. Aunque a veces resulta difícil, considero que no debemos renunciar a ninguna, ambas se persiguen, se mezclan, se necesitan y con su baile sutil crean la magia.

El mundo está ya tan mirado, tan fotografiado, que uno podría pensar que es absurdo disparar una foto más. Sería absurdo si se tratara de ofrecer imágenes. Pero estas fotos lo que ofrecen no está en el orden de lo visible. Fotografían el silencio.

Las fotografías detienen el tiempo. Pero las escenas que capta Esther Casares parece que estaban ellas mismas ya detenidas en el tiempo: son lo que vimos de niños, es lo que siguen viendo los niños de hoy. Y lo que vemos de viejos. Imágenes del álbum familiar de la vida.

Un joven árbol solitario en un claro del bosque. Un árbol entre dos bancos, en la ciudad. El primero transmite fragilidad y optimismo. El segundo, paciencia y confianza. Un buen retrato es capaz de captar no sólo los rasgos físicos del retratado sino su personalidad y sus sentimientos. Esto se aplica a los retratos de personas y a los de árboles.

Un Un árbol sí, un hombre o una mujer sí, ¿pero una montaña puede estar sola? ¿No es siempre parte de algo que no le permite desligarse? ¿O no será que la soledad de las montañas es tanta que se convierte en su propia compañía?

JOSÉ MARÍA PARREÑO

ESCRITOR Y CRITICO DE ARTE